El fútbol se puede amar, necesitar o desear

Cuando uno tiene la edad suficiente para haber vivido miles de situaciones pero sin aún ser viejo, y en ese trayecto se ha ganado, no sólo el prestigio con su trabajo, sino que además se ha ganado el respeto por su manera de ser y actuar en cada sitio donde ha estado, es entonces cuando lo caminado se multiplica. Todo ello debido a que cada puerta atravesada en un día, y por la que otro día se volvió a salir, nunca quedaron cerradas ya que en esos lugares, más que jornadas de trabajo, quedó lo más importante: el saber estar.
De esto nace que, quienes deseen sumarse a tu camino, deben saber que esa semilla dejada a lo largo de un trayecto es innegociable. Sin fisura alguna, deben respetar tu manera de ser y asumir su papel. Si no ocurre así, en sus vidas tendrán tiempo para intentar hacerse un nombre en el que muchos confíen, no solo por su manera de ser, sino también por su legado profesional.
Nadie obliga a nadie cuando la persona es persona. Solo obligan quienes por dentro se sienten débiles e intentan taparlo siendo por fuera todo lo contrario. Pero igual que uno no obliga, si dispongo de quien quiera seguir mis pasos, debo hacerlo sin romper mis huellas.
A día de hoy, mi gran felicidad radica en todos esos profesores que siguen mis pasos sin hacer más preguntas que las que los puedan llevar a ser cada día un poco mejores en su vocación. Mi gran preocupación es la de que debo estar alerta para impedir que personas sin el mismo interés se quieran subir a un tren gratuito con el deseo de ser lo mismo que quien parió a la criatura.
De manera puntual dejé el fútbol profesional con el objetivo de volver a cargar las baterías del enamoramiento que tenía por este deporte. Lo hice volviendo a mis raíces, a donde quienes mandan son esos sueños con piernas que solo persiguen la misión de jugar en los mejores estadios del mundo, y a quienes aún el dinero no los ha corrompido.
Este sueño que intento compartir con esos niños no me lo romperá ningún adulto. Quienes de verdad me conocen saben que mi paciencia es lo único que no es ilimitado en mi alma y cuando algo no me gusta, cierro y me voy. La prueba de ello es que llegué a Venezuela para dirigir una academia de fútbol base dejando un presente y futuro buenísimo en uno de los mejores clubes de España.
PD: En mi casa siempre esperé a sentarme en la mesa después de que mis padres lo hiciesen. Nunca pretendía que, por sentirme el más listo de mi casa, el plato más abundante de comida fuese para mí, pues siempre supe de dónde venía la comida y todos le pedíamos a nuestra madre que la mayor cantidad de comida fuese destinada para la persona que generaba nuestra buenaventura: nuestro padre. Nuestro padre nunca nos tuvo que reclamar nada. Nosotros intentamos cada día ser dignos de quien nos allanó el camino.