El factor más decisivo en el fútbol, ¿el emocional?

Llegados a la conclusión de que en el fútbol competitivo partimos de dos pilares fundamentales para armar un buen equipo de fútbol como lo son la elección de los jugadores y el proceso que a continuación se realizará con ellos para unirlos en un modelo de juego acorde a sus características y dentro de un sistema que de salida a lo mejor de cada uno, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Cuál es el motivo por el que hasta esos equipos con grandes futbolistas, unidos por un modelo de juego idóneo para rentabilizar su fútbol y con el sistema de juego que nunca limita sus capacidades individuales al servicio del colectivo, padecen esos paréntesis de buen fútbol y resultados positivos? En mi opinión, la conclusión está en lo emocional.
Mantener siempre las mismas ganas y la necesidad conjunta de ganar no es fácil. Ganar después de ganar cuesta más, pues tú estas mejor pero los rivales saben de esto y te esperan más armados, por lo que te has convertido en su reto. No es fácil mantener en la mente de cada uno que la mejora individual producida en ese equipo, en parte, se debe al funcionamiento colectivo. Aparecen los egos incontrolados, hasta que el equipo se resiente y con ello disminuyen los rendimientos individuales, y es en ese momento cuando los resultados buenos se esfuman.
Cuando, después de sacar sus conclusiones, los jugadores vuelven a entregarse al equipo, todo suele volver a su sitio, aunque a veces ese tramo desajustado entre lo individual y lo colectivo derivado de lo emocional deja a todos lejos de sus objetivos. Podría seguir hablando de cosas que desajustan el buen camino trazado después de elegir bien los ingredientes y el proceso para elaborar el mejor equipo, pero lo voy a resumir con la siguiente pregunta: ¿En qué coyuntura los 11 jugadores titulares de ese gran equipo pasan por el mismo momento emocional?
Por su complejidad, el fútbol es demasiado bello y atractivo. Además, el fútbol se ha vuelto algo que desde lo competitivo nos sirve a todos de válvula de escape para nuestra vida cotidiana que está llena de luchas, sobresaltos y momentos de constante adaptación a maneras de sobrevivir. Estoy hablando de los que estamos fuera del terreno de juego, de los que nos sentimos parte de ese equipo desde la grada y que también vivimos nadando en lo emocional. Todos los seres vivos somos nosotros mismos más nuestra propia circunstancia.
Es aquí donde quería llegar. ¿En qué coyuntura los 11 jugadores titulares de ese gran equipo pasan por el mismo momento emocional? Muy pocas veces, por no decir que jamás. Un jugador profesional de gran nivel no sólo sabe pasar bien el balón a nivel técnico, sino que también es capaz de saber cómo y cuándo pasarlo para obtener lo máximo de su compañero al que conoce perfectamente. Pero ese compañero al que le pasa la pelota de la manera con la que su fútbol brille más, ¿esta emocionalmente como siempre? ¿Puede que esa fluctuación emocional derive en desajustes tácticos y técnicos que parecieran físicos?
Siempre les digo a mis compañeros de vocación que mi objetivo como entrenador es el de entrenar a mi equipo sin dejar de entrenar en cada momento a cada jugador. Esto me ayuda a estar actualizado de todo lo que acontece en cada uno de los jugadores. También les digo que debemos construir nuestro modelo de juego dentro de nuestro sistema uniendo cerebros sin limitar su individualidad. Buscamos que cada cerebro piense mejor y más rápido, y a la vez buscamos conectar esos cerebros para afianzar automatismos colectivos con los que podamos actuar de manera complementaria con los jugadores que se necesiten para cada acción del juego.
A mis compañeros también les digo que, si buscamos un rendimiento colectivo sin mermar la mejor trayectoria deportiva futura de cada futbolista, debemos tener siempre en cuenta lo emocional. Todo ello debido a que mi conclusión en base a esos equipos que uno ve por la televisión y que tanto enganchan por su fútbol y por sus futbolistas, y que de repente dejan de ganar y de jugar tan bien, es que en gran medida esa cascada que va arrastrando a unos pocos primero y a unos muchos después es por la variabilidad emocional en cada jugador y, como no podía ser de otra manera, en un juego colectivo dentro del grupo
Esto último lo digo siempre y cuando ese proceso no se haya visto alterado por un descuido o incluso por obviar algo fundamental en el proceso competitivo individual y colectivo. No sólo se trata de tener la capacidad para realizar ese proceso, pues no sirve con sólo entregarse completamente cada día en ese proceso. Si no tenemos la ambición de prosperar estamos cojos, por qué no se trata de entregarse al máximo, sino de cada día alejar un poco más nuestro máximo.
¿Qué viene a partir de esta reflexión? Pues a tener aún más en cuenta todas las tareas en las que trabajemos lo emocional. Entrenar al jugador para que también sepa luchar contra sus malas emociones, a que en todo momento sepa focalizar lo que está haciendo sin pensar en nada más. Siempre entrenar integrando alguna cuestión que puede generar alteraciones mentales para buscar herramientas que desvíen esos cambios que no queremos con nosotros. Prepararnos para esta realidad que nos toca vivir de cambios emocionales constantes y que el jugador de fútbol sufre a su manera.