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Mi desilusión por el fútbol



Cuando empecé a escribir en este blog me propuse publicar artículos donde relacionara a futbolistas o momentos del fútbol con el Método Direccional pero, en un momento de inspiración, hoy os voy a hablar sobre una experiencia personal. Os voy a contar como viví los únicos seis meses en los que jugué y jugare en el fútbol federado. ¿Qué tiene que ver esto con el Método Direccional? Pues, de primeras y sin que conozcáis la historia, muy poco o nada. Pero, cuando finalicéis la lectura del presente texto estoy seguro que os daréis cuenta de la importancia que tiene el último cajón de entrenamiento de nuestro Método Direccional para los niños que estáis formando.


Nos vamos al mes de diciembre del año 2007 en un inspirador lugar llamado Arinaga. Si mal no recuerdo, mis padres y yo estábamos en el paseo marítimo cuando mi padre me traslado la opción de probar a jugar en un equipo de fútbol. Por aquel entonces, yo tendría 10 años y solo jugaba al fútbol en la calle. Con mucha razón, desde un principio mi madre se mostraba reticente a esta idea debido a que podría perjudicarme en los estudios. Yo, tímido a más no poder, tampoco lo veía con buenos ojos y prefería jugar en el equipo del colegio porque estaban algunos de mis compañeros de clase. Ese equipo entrenaba en el patio del colegio y de vez en cuando jugaban partidos amistosos contra equipos de la zona de Vecindario. Al final, ni a la UD Las Palmas, donde trabajaba mi padre como secretario técnico, ni al equipo del colegio, sino que acabe fichando por el Arinaga.


En los primeros días de entrenamiento estaba muy ilusionado, pero con el pasar de los días y las semanas fui perdiendo la ilusión por el fútbol. Y, por lo que veían mis ojos, creo que no fui el único de esa plantilla en perder la ilusión de manera momentánea. Parecíamos un equipo profesional con todo lo malo del fútbol profesional. Por dos horas durante los días lunes, miércoles y viernes, más la noche del viernes y tres horas del sábado nos convertíamos, sin para nada quererlo, en adultos. Trabajábamos como adultos en vez de disfrutar como niños de 10-11 años que éramos. Fueron seis meses en los que viví muchos momentos de desilusión, pero, por el entorno en el que me movía y muevo, nunca perdí del todo la ilusión por el fútbol. Simplemente fueron y son momentos.


Dicha desilusión se fue aumentando con el pasar de los entrenamientos. Unos entrenamientos que duraban 90 minutos, y de los cuales los primeros 30 minutos lo completábamos con unos estiramientos y una carrera continua alrededor del campo. Después, en la siguiente hora de entrenamiento, el balón nunca era el protagonista principal. Mucho trabajo físico, y el poco contacto que teníamos con la pelota era para ensayar jugadas de estrategia y realizar disparos a puerta o pases a un compañero que se situaba en frente. Esto se producía cada lunes, miércoles y viernes. Nada de jugar al juego del fútbol, sólo en ciertos partidos amistosos y en la propia competición, aunque realmente en la liga tampoco disfrutábamos. Perder un balón era una sensación muy mala para un niño de 10 años, por lo que escuchaba y sentía que su entrenador sentía…Quien disfrutaba y se mostraba al director del club o a cualquier ojeador era el entrenador.

Estos entrenamientos los asumía con cierta resignación, pero con la ilusión de poder jugar el sábado. Pero los viernes por la tarde, tras el último entrenamiento, el entrenador recitaba a los convocados. Sí, siempre había uno o dos niños que se quedaban sin jugar al fútbol durante toda la semana, y muchas veces uno de esos niños fui yo. El último mensaje del técnico antes de despedirnos era el de que sí esa tarde -noche del viernes nos veía jugando al fútbol en la calle, no jugaríamos el sábado. Además de que teníamos que estar todos en el campo, hasta los no convocados, una hora y media antes de empezar el partido. Vamos, que nuestras casas eran nuestro hotel de concentración particular, mientras veíamos a nuestros amigos jugar en la plaza hasta las tantas de la noche.


Al principio cumplía con la norma de no jugar en la calle antes del partido del sábado, pero, ante el poco jugar al fútbol y el estar casi siempre fuera de la convocatoria, me la acabe saltando. Eso sí, siempre con los ojos bien abiertos para que no me pillara el entrenador. Se puede decir que fui indisciplinado con el único objetivo de no perder la ilusión por el fútbol y de seguir haciendo lo que hacían mis amigos. “Que ‘guay’ jugar en el fútbol federado ante el Las Palmas y el Vecindario”, me decían mis compañeros de clase. Pues no, no era tan ‘guay’ como parecía desde un principio, pero esto nunca lo dije, ni siquiera a mis padres. Iba caminando a cada entrenamiento con la actitud de un padre de familia que va a un trabajo que no le gusta, pero al cual debe ir para traer el pan a casa. Iba sin querer ir, y siempre sabiendo que en la mayoría de semanas debía saltarme las normas para disfrutar del fútbol y de la pelota.


Recuerdo que en ese equipo había un niño que al finalizar la temporada se fue a la UD Las Palmas. Era muy bueno y quien nos ganaba los partidos, pero también era quien más ‘broncas’ recibía del entrenador porque era el único que se atrevía a hacer cosas con el balón más allá del ‘control, pase y me quedo’. Tenía mucho talento, el cual sólo se podía ver a cuentagotas en los partidos de Liga y en la calle, pues él, como yo, también acabo por saltarse esa norma. Yo no era bueno, pero tampoco tuve la oportunidad de demostrar mi talento. 6 meses en los que perdí la ilusión pro el fútbol. El alivio llegó cuando mi madre, al finalizar la temporada, me sacó del fútbol por bajar de nota en Matemáticas. Con el pasar de los años, además de recuperar la ilusión por el fútbol, me di cuenta de lo que un entrenador no debe hacer cuando está trabajando con niños. Los protagonistas siempre deben ser los niños. De hecho, los protagonistas en el fútbol siempre deben ser los futbolistas. Entrenador y formador, no hagas lo que cuando eras un niño no querías que hiciera tu entrenador. Fútbol, fútbol y fútbol. Ese tercer cajón del Método Direccional…

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